Sin que la cúpula del sector empresarial comprenda la importancia de contar con un jefe del Ejecutivo muy inclinado a favorecer sus intereses, aun a costa de perder la confianza de las clases medias que esperaban cambios favorables que hasta la fecha no se han producido, cierra el año en curso con la aprobación de un salario mínimo de 15 por ciento, cinco puntos más de lo que proponía el sector privado, monto que sigue estando muy por debajo del requerido para sacar al país de su postración productiva.
Mientras la cúpula empresarial no entienda los beneficios que les reportaría reducir la desigualdad en el país, la economía seguirá entrampada con los riesgos sociales y políticos que conlleva. Es impensable que pretendan seguir manteniendo privilegios tan costosos logrados en el periodo neoliberal. A menos que quieran obligar al presidente López Obrador a poner fin a su proyecto de “neoliberalismo con rostro humano”, lo que implicaría verse obligado a tomar el camino de las definiciones, el cual sería muy incierto por su estilo personal de gobernar.
Es un error estratégico de la cúpula empresarial forzarlo a demostrar a la sociedad que se pliega a favorecer sus intereses. Parece que no se dan cuenta que un mandatario así perdería la base social que aún mantiene, gracias a su empatía y a su capacidad de control de los hilos del poder. No es poca cosa contar con la lealtad de las fuerzas armadas y con la esperanza de más de la mitad de la población económicamente activa que se encuentra en la informalidad, en que después de la pandemia las cosas podrán mejorar.
En este marco, le sobra razón al presidente López Obrador cuando señala que “es insensato hablar de que esto (el incremento del 15 por ciento al salario mínimo) va a afectar la economía… nosotros llevamos dos años aumentando el salario mínimo y no ha habido inflación”. En el fondo, la preocupación del sector privado es la obligación de reducir la brecha tan grande que hay entre los asalariados y el empresariado, la cual pretenden se siga manteniendo al nivel al que los acostumbró el régimen neoliberal.
Esto es imposible bajo cualquier punto de vista, pues el costo sería impagable y los primeros en lamentarlo serían los grandes empresarios al ver la cadena de problemas que surgirían en todo el sistema económico, además de las calamidades concomitantes en lo social y político. Las presiones de los empresarios no pertenecientes a las élites afectarían la macroeconomía y se crearía un círculo vicioso en la peor de las coyunturas, con la pandemia, la recesión este año y el proceso electoral en el 2021. Según el presidente del Consejo Coordinador Empresarial, Carlos Salazar Lomelín, el incremento del 15 por ciento a los salarios mínimos “es una decisión inadecuada”. Cuando México es uno de los países con los salarios más bajos del mundo.
Por otro lado, con la entrada en vigor del T-MEC México estará obligado a reducir la brecha salarial con los trabajadores de ambas naciones, y aún con el 15 por ciento de incremento a los salarios mínimos la distancia sigue siendo abismal. En la realidad, conforme al mandato constitucional se está muy lejos de la cifra requerida para que una familia viva dignamente en nuestro país. De ahí la insensatez de la cúpula empresarial al presionar a un mandatario que ha hecho lo impensable para tratar de favorecerlos, como lo hemos visto en el primer tercio del sexenio.
Sus prioridades fueron de índole macroeconómica, como lo hubiera hecho cualquiera de los abanderados de la tecnocracia neoliberal, en vez de poner en marcha el motor del cambio estructural con la movilización social necesaria para iniciar el proceso anunciado. Hoy vemos que no será fácil revertir el error, con el partido en el poder, Morena, sin ninguna posibilidad de ser la vanguardia de la sociedad, y con un mandatario acotado por su proclividad a llevar la fiesta en paz con la cúpula empresarial, aunque ésta no lo comprenda y se aferre a presionar de manera irracional.
