En la sucesión presidencial “forma es fondo”, se decía en la década de los 70s. Hoy que el sistema político mexicano está en franca regresión histórica, es preciso echar mano de la memoria, porque el sistema cerrado de aquella época tiene las claves para entender el presente.
“Lo que resiste, apoya” es una de tantas frases atribuidas a Jesús Reyes Heroles, dirigente nacional del PRI y secretario de Gobernación, que buscaban otorgarle inteligibilidad a las formas políticas del México de su tiempo. La frase sintetiza la forma en que la resistencia a algo o alguien, finalmente lo legitima al darle el rango de interlocutor. Si abiertamente hablas en contra del gobierno, ya lo estás apoyando porque lo reconoces como gobierno, sería la lógica detrás.
Hoy por hoy, la frase se puede usar no sólo cuando se habla en contra del gobierno. En vista de la resistencia desde la presidencia de la república y ciertos sectores de MORENA a la figura del senador Ricardo Monreal, es posible aseverar que al vituperarlo, en realidad posicionan a Monreal. Hablar mal de alguien nunca será tan eficaz como el ignorar su existencia.
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Así, los sectores más identificados con Claudia Sheinbaum han sido muy vocales en su malestar en contra del zacatecano a quién lo tildan de “traidor” y “corrupto”, sin reparar que esos calificativos le pegan al partido que lo ha postulado a sus recientes cargos de elección.
Monreal por su parte ha hecho lo impensable al cuestionar, de manera abierta y válida, algunas actitudes del presidente López Obrador. Ello ha sido considerado como anatema por ciertos sectores dentro de MORENA. Sin embargo, los constantes ataques a la prensa, a las organizaciones de derechos humanos, entre otros, han generado todo un segmento del electorado, que salió a la calle el pasado 13 de noviembre, a manifestarse. Muchos o pocos, no es la cuestión. El punto es que la estrategia de diferenciación radical del presidente López Obrador de “están conmigo o contra mí”, ha logrado una identificación social entre quienes reprueban de sus ataques.
Eso lo reconoció Monreal quien tuiteó el 13 de noviembre:
La afirmación no podría ser considerada como un ataque a la Cuarta Transformación, sin embargo ha sido así. El tono de Monreal contrasta profundamente con el del presidente López Obrador. El tono de Monreal permite el diálogo, hace lugar para quién piensa distinto. Es decir, se aleja del dogmatismo oficial empapado de pensamiento dicotómico, en donde sólo existen buenos y malos.
El pensamiento dicotómico ha sido vinculado con la denominada “personalidad autoritaria”. Toda vez que una democracia no puede funcionar si los actores políticos se rehúsan a dialogar, negociar.
Por ello, cuando el evento convocado por “colectivos de todo el país” en la Arena Ciudad de México denominado acertadamente como “Convención Nacional por la Reconciliación”, Monreal a la vez reconoce el problema y aporta la solución en su “Plan de Reconciliación Nacional”, que se resume como “una ruta para transitar hacia la reconciliación; alejarnos de la división; continuar en la construcción de un México justo, seguro, sustentable, próspero, productivo y equitativo”.
El presidente López Obrador dijo durante su mañanera 22/nov que él tenía que “atender a todos, pero que no quiero tratar con corruptos”. El problema con la narrativa presidencial es que, si en verdad hay personajes a quién perseguir por corrupción, éstos tendrían que ser investigados y detenidos para ser juzgados. De lo contrario sólo se trata de juicios de valor sin más fundamento que la percepción.
¿Qué país queremos? ¿El de la reconciliación o el de la división?
Por lo pronto, Monreal ya pintó su raya con el oficialismo. Si bien su expulsión de MORENA es cuestión de tiempo, la resistencia en su contra le ha servido a Monreal para encarnar otro dicho, quizás más antiguo: “para los toros del jaral, los caballos de allá mismo”. O lo que es igual: sólo MORENA le puede ganar a MORENA.
