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Estrategia política. La gran ausente

por | Nov 17, 2022

El 11/nov el presidente Andrés Manuel López Obrador anunció una marcha oficialista, en vista que el informe de gobierno programado para el 01/dic era entre semana, impediría «a los trabajadores» acompañarlo en tan relevante evento.

Así que el domingo 27/nov se llevará a cabo una marcha que, lo que se ve, no se juzga, busca regresarle el músculo callejero a la 4T, el cual, al parecer por la reacción, le fue arrebatado por la marcha del pasado 13 de noviembre.

A la perplejidad de algunas personas sobre este asunto (en lugar de marchar se deberían poner a trabajar, ya que son gobierno), les respondo que estamos ante una estrategia política.

La teoría de juegos, desarrollada durante la guerra fría para medir las consecuencias de las acciones político-militares que pudieran derivar en una guerra nuclear, se nutre de diversas estrategias entre los “jugadores”. En este caso particular estamos ante una estrategia «toma y daca» o de “represalia equivalente”.

Así cuando la “oposición” organiza una marcha que resulta más amplia de lo esperado el jugador institucional (el presidente) opta por una “represalia equivalente” que será una marcha oficialista. ¿Existen otras estrategias por las que se pudo optar? Ciertamente, se pudo escoger una narrativa en la que la marcha era unaprueba de que la democracia mexicana es vibrante y que por ello la Cuarta Transformación tendría un lugar asegurado en la historia. Pero no se hizo así.

Buscar contestarle a la oposición, que por lo demás se unió a una marcha que conjuntó ciudadanos preocupados por la dirección política del gobierno, resulta un despropósito estratégico.

En tiempos de claridad intelectual, la oposición presiona y el gobierno responde ajustando sus políticas o, de plano reprimiendo.

Pero que el gobierno anuncie un «tu-por-tu» para ver «quién llena más el Zócalo» resulta un ejercicio lamentable.

Recuerda el caso del emperador romano Cómodo (161 – 192 D.C.), quien gustaba de bajar a la arena del circo a pelear con los gladiadores. La práctica era desaprobada por el pueblo y, curiosamente, Cómodo nunca perdió un combate. No respetar la investidura imperial fue un exceso que hizo de Cómodo un emperador olvidado.

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Ojalá alguien recapacite en el círculo presidencial para que la respuesta a lo que perciben como una amenaza existencial sea valorada a la altura de la situación. Insultar y descalificar a los ciudadanos que de manera pacífica, como lo marca la constitución, ejercieron su libertad de expresión no debería ser visto como algo intrínsecamente negativo.

De hecho resulta increíble tener que escribir esto cuando en el país los cárteles de la droga dominan extensos territorios, convirtiéndose de hecho en amos y señores, replegando a las instituciones del Estado Mexicano. Cosas del siglo XXI.

Por otro lado, ahora que si los logros del gobierno no se perciben tan contundentes, tan a la altura de las circunstancias, que organizar una marcha multitudinaria es percibido como una empresa urgente y necesaria, habremos descubierto un problema en sí estratégico.

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