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“El Tsunami rojo que no fue”

por | Nov 17, 2022

Las elecciones intermedias en los Estados Unidos son un foco de atención mundial debido a las implicaciones sociales, políticas, incluso militares que representan no sólo para los norteamericanos, sino para países tan disímbolos como México, Taiwán y Ucrania.

El expresidente Donald Trump fue una de las figuras que mayor interés tuvo en este ciclo electoral. Tras el operativo del FBI en su mansión de Mar-a-lago en Florida, en donde incautó una cantidad importante de documentos ultrasecretos, los militantes trumpistas prácticamente le declararon la guerra a la administración Biden.

Durante meses las redes sociales de los llamados “magas” (una referencia a las siglas de la campaña presidencial de 2016, “Make America Great Again”) hicieron frenéticos llamados a luchas en contra de los demócratas en una especia de guerra santa por el alma del país. Paralelamente, la propaganda del partido republicano también se intensificó en su radicalización.

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Si bien para la mayoría de norteamericanos la cuestión económica eclipsaba cualquier otra consideración, en un período de alta inflación y precios de los combustibles que llegaron a niveles no vistos desde los años 70, algunos republicanos abiertamente declararon que en caso de ganar cortarían todo el apoyo económico a Ucrania. Las críticas no se hicieron esperar del establishment de seguridad y geopolítica al señalar la cercanía de esas narrativas con las del presidente ruso Vladimir Putin.

En todo caso, el partido republicano de cara a la elección presidencial de 2024 ya no sólo cuenta con un Trump desinflado. Las victorias en Texas, donde se reelige Greg Abbot, pero con mayor importancia estratégica en Florida con la reelección del gobernador Ron DeSantis, hacen que la figura de Trump, hasta hace unos meses la única carta fuerte se haya debilitado.

El congreso de los Estados Unidos se renovó en parte, siendo el derecho al aborto uno de los principales temas. A principios de año la suprema Corte anuló la sentencia de 1973 del caso Roe vs. Wade en la que se despenalizó el aborto en el país. La Corte se pronunció por anular esa libertad a nivel federal y devolver a los estados la autoridad para definir la legalidad del tema. El hecho causó revuelo entre feministas y sectores progresistas que vieron en esa decisión una regresión social. Los demócratas tomaron la bandera para retomar el tema en la cámara baja del Congreso, a lo que los republicanos evidentemente se opusieron y las campañas se centraron en parte sobre este tema. La cámara Baja, con 435 curules, se renovó en su totalidad, con las tendencias en favor de los republicanos con 209 curules, aumentando 16, con 50 millones de votos, y los demócratas con 191, aumentando 4 curules, con 44 millones de votos. Los republicanos requieren de 218 curules para controlar la cámara, lo que aún está en balanza por la tardanza en algunos estados con el cómputo electoral.

El Senado renueva en este ciclo electoral 35 de los 100 escaños. La situación es mucho más cerrada ya que los republicanos necesitan ganar sólo dos estados para controlar la cámara Alta. Los ojos están puestos en Pensilvania ya que podría quedarse en manos de los demócratas.

Los estados son importantes ya que se consideran un semillero de posibles candidatos a la presidencial. Si bien, como se mencionó arriba, los republicanos retuvieron Texas y se consolidaron en Florida, las tendencias favorecen a los demócratas en Massachusetts, Maryland y Delaware.

El tsunami rojo que, según los radicales de derecha, cubriría a los Estados Unidos con los votos republicanos, simplemente no se materializó. El debate ahora, de cara a la presidencial de 2024 es que ocurrirá primero, la acusación formal en contra de Trump por el mal uso de documentos clasificados, delito federal, o su autopostulación para la presidencial. Analistas norteamericanos señalan que el partido republicano podría optar por el gobernador DeSantis como candidato presidencial en vista de su férreo control de Florida y sus 29 votos en el colegio electoral.

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