Apenas en abril pasado la mayoría legislativa en la Cámara de Diputados aprobó una serie de reformas a la Ley Minera con el objeto “blindar” la explotación del litio. La exposición de motivos de la iniciativa presentada el 17/abr, establece que “La presente Iniciativa tiene por objeto garantizar la autodeterminación de la Nación, así como la soberanía energética del pueblo sobre el litio y demás minerales que resulten estratégicos y necesarios para la transición energética”.
El discurso nacionalista no dejó lugar para las dudas: “Las políticas extractivistas que no respetan a las poblaciones, a los territorios de los pueblos ni a la naturaleza han perjudicado a la Nación y sus integrantes… Los titulares de las concesiones especulan con ellas en el mercado financiero nacional e internacional en demérito de los derechos al territorio de los pueblos originarios”.
Como se recordará el litio es, actualmente, la materia prima más importante para la producción de baterías eléctricas.
Seis meses fueron suficientes para que desde la mañanera el Presidente López Obrador declarará: “Se está decidiendo que el litio que ya es de la nación, tiene que haber asociación con los particulares. Entonces, se va a lanzar una convocatoria para ver qué empresas de EEUU y de Canadá van a participar”.
El problema de mezclar los discursos políticos con las decisiones económicas es que generalmente la realidad acaba por imponerse. Lo que con bombo y platillo se anunció como un acto de soberanía ahora tiene enfrente un engorroso proceso porque el litio es “mineral estratégico” lo que viene a sugerir un trato distinto respecto a otros minerales.
Luego entonces para hacer atractiva la explotación del litio a las empresas “canadienses y norteamericanas” es posible que el gobierno de México relaje su postura con el fin de hacer atractivo el negocio para los extranjeros.
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Eso no es todo, a pesar de que se habla de los depósitos más grandes del mundo en Sonora, la realidad es que ese tipo de litio no está en estado puro como en Bolivia. Por el contrario el litio mexicano está mezclado con arena y arcillas, lo que hace complejo de procesar y actualmente no hay manera económicamente viable para separar al litio de esas arcillas.
Otro problema, de estos discursos bonitos pero económicamente inviables, es que las baterías de litio no es la única tecnología para potenciar los vehículos eléctricos. Es apenas una tecnología entre varias en ascenso, que hace que los sueños guajiros de “un nuevo petróleo” sean solamente quimeras sexenales. En todo caso, el aspecto más importante de los vehículos eléctricos es precisamente la base tecnológica de su construcción y ulterior desarrollo. Es el conocimiento aplicado lo que reserva el control de los mercados de autos y camiones del futuro. Hacia allá deberíamos de estar mirando.
