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El gobierno y el narco, una relación compleja

por | Nov 3, 2022

  • La historia del narcotráfico en México no puede entenderse sin la tolerancia que en diversas épocas el gobierno federal le ha dispensado a uno de los negocios ilícitos más redituables.

El presidente Andrés Manuel López Obrador pensó, y así lo manifestó durante su campaña presidencial en 2018: “Desde el primer día de mi gobierno, no al mes, desde el primer día, los narcos cambiarán las armas por tractores y se convertirán en gente de bien, se los juro”. Poco después expresaría su política pública en materia de seguridad: “Abrazos, no balazos”.

Por ello las declaraciones ante el Senado de la República el pasado 27/oct de Manuel Espino Barrientos, ex Comisionado del Servicio de Protección Federal, lo único que sobrevive de la extinta Policía Federal, llamaron la atención. Ese día Espino dio a conocer que le había “dicho al secretario de Gobernación que la propuesta de acuerdos que puse en sus manos la haría llegar al crimen organizado” y que “dos grupos habían contestado”. Espino no especificó de qué grupos se trataba.

Las preguntas brincan por doquier. ¿Por qué fue que a Espino se le autorizó contactar a grupos de la delincuencia organizada en nombre del gobierno? El día previo a su visita al Senado, Espino fue captado saliendo de Palacio Nacional. ¿Platicó del asunto con el presidente? ¿Por qué el 28/oct en su mañanera AMLO desautorizó a Espino diciendo que habría “cero pactos con criminales”? ¿Simple casualidad que ese fin de semana visitara Badiraguato, Sinaloa, bajo el más estricto apagón mediático? Si el presidente fue a inaugurar “obras” ¿Por qué no sacar fotos?

Vamos por partes. No es la primera vez que el gobierno mexicano busca dialogar con los cárteles. Baste recordar las andanzas del extinto general Mario Arturo Acosta Chaparro, de quien se dijo que había “pactado” con el cártel de Juárez y fue encarcelado en 2000 y sentenciado en 2002, sólo para ser liberado y exonerado en 2005. 

Resulta extraño, por decir lo menos, que el gobierno actual que tanto juego le da a los militares haya consentido que un civil, Manuel Espino, sugiriera y operara un diálogo tan delicado.

Si Espino tenía la encomienda y ésta no se había consumado, ¿por qué fue al Senado para hacerlo público? Uno intuye que si vas a hablar con algún narcotraficante el mayor de los sigilos y discreción serían parte del asunto. ¿Por qué expresar una intención, la de “pacificar el país”, vía un diálogo con organizaciones criminales en el contexto del Foro Internacional Seguridad y Justicia por un México Mejor?

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Fue hasta el día 31 de octubre que Espino reculó, o por lo menos brindó cierto contexto al asunto, dando a entender que se refería a tomar como modelo un proceso similar llevado a cabo en Colombia en 2007.

Surge una duda adicional: si Espino llevó a cabo esa comunicación siendo funcionario federal o ya en calidad de ciudadano de pie. Se antoja difícil, que siendo un cualquiera, los jefes del narcotráfico respondan a un llamado al diálogo con el gobierno. Habrá que esperar para saber cómo es que estos bandazos gubernamentales dejan su impresión en los capos.

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