El pasado 30 de octubre la segunda vuelta de la elección presidencial arrojó como ganador al izquierdista Luis Inácio “Lula” da Silva como ganador por un estrecho margen de 1.8%, equivalente a poco más de dos millones de votos.
El candidato de la derecha y presidente, Jair Bolsonaro, se rehúso a reconocer su derrota apelando a un presunto fraude electoral. Bolsonaro de hecho agotó las instancias judiciales para impedir que da Silva llegue a la presidencia. Hasta ahí no habría nada de extraordinario en el devenir político de un país latinoamericano.
Sin embargo, la postura de Bolsonaro no ha sido una simple perorata de un mal perdedor. Sectores productivos de la sociedad brasileña han realizado acciones de apoyo a Bolsonaro, como los transportistas que bloquearon más de 330 puntos carreteros en 27 estados. La política de subsidio al diésel, implementada por Bolsonaro, lo hizo muy popular con el gremio.
Otro sector pro-Bolsonaro son los productores agropecuarios que bloquearon los accesos al puerto de Paranagua, uno de los principales puntos de exportación de granos y carne del gigante sudamericano. Brasil es uno de los exportadores más importantes de soya y maíz a nivel mundial.
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A estas movilizaciones se han sumado manifestaciones callejeras multitudinarias que exigen la aplicación del artículo 142 de la constitución. La norma brasileña estipula la obligación de las fuerzas armas de garantizar el orden constitucional. Esta exigencia ha llamado la atención de expertos y analistas que expresan su extrañeza ante este reclamo. Brasil estuvo bajo dictadura militar en los años 1964 – 1985, período marcado por violaciones sistemáticas a los derechos humanos y las ejecuciones extrajudiciales.
Si bien Bolsonaro tuvo una corta carrera militar, sin distinción alguna, los medios locales han señalado a militares en retiro de azuzar abiertamente a los altos mandos castrenses a evitar la entrega del poder a la izquierda que encabeza Lula. Esos llamados generan incertidumbre en un país en donde el legado de violencia de la dictadura aún está fresco en las generaciones más adultas.
Sin embargo, diversos escándalos de corrupción a lo largo del mandato de Bolsonaro han causado un declive en la confianza ciudadana hacia las instituciones. Ello podría explicar los radicalismos, tanto de derecha como de izquierda, y el abierto llamado a la intervención militar.
La situación de Brasil guarda lecciones importantes para México en vista de la similitud en algunos factores sociopolíticos: alta polarización ideológica, participación incremental de los militares en asuntos públicos, disposición ciudadana a la manifestación callejera, debilitamiento institucional generalizado, por ejemplo.
La situación de Brasil debe servirnos como punto de reflexión para lo que se viene con la elección presidencial de 2024. La sabiduría popular recomienda que “cuando veas las barbas de tu vecino cortar, pon las tuyas a remojar”.
