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El Tepozteco: un paisaje destruido que renacerá

por | Abr 16, 2021

El Tepozteco, conocido por alojar una pirámide en su cima, lo que la ha convertido en una importante zona turística, ya que es toda una experiencia escalar el cerro hasta la parte arqueológica, quienes logran llegar encuentran una impresionante vista del valle del Estado de Morelos.

Las calles empedradas son una característica del pueblo de Tepoztlán, además, posee una riqueza gastronómica única. El exconvento de Tepoztlán, ubicado en el centro, adorna de manera especial al pueblo y es considerado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

Sin embargo, toda la riqueza cultural se encuentra en grave peligro por los incendios provocados por la inconciencia de los visitantes, según datos de la Comisión Nacional Forestal (Conafor), nueve de cada diez incendios son provocados por seres humanos, además de las sequías y los fuertes vientos, por lo cual, El Capitalino se dio a la tarea de visitar la zona afectada y documentar la catástrofe.  

El peor incendio en 20 años

En las afueras del pueblo de Tepoztlán se apreciaba una bruma que envolvía el ambiente, parecía que el fuego que azotó el Cerro del Tepozteco desde el domingo 11 de abril, y que arrasara con más de 350 hectáreas, estaba controlado.

La Conafor informó que el 100 por ciento de los incendios fueron sofocados, sin embargo, voluntarios continuaron con los trabajos de control, debido a que, en la zona sur del cerro, se encontraban los restos de un tronco que continuaba quemándose, lo que ocasionó que reiniciara el fuego.

Cabe señalar, que la zona se había librado de las llamas en los días pasados, por lo que los pobladores temían que el fuego se expandiera, pues consideraban que podía llegar a lugares habitados, lo que ocasionaría perdidas humanas y materiales.

En el predio “Refugio del Alma”, un conocido balneario local, se encontraban alrededor de 10 personas con botellas de agua, bebidas rehidratantes, comida y frutas, incluso unos descansaban en el pasto, en espera de que los voluntarios, que trabajaban en el cerro para evitar la propagación del siniestro, concluyeran sus labores.   

Entre ellos, se encontraba Lily, turista de origen chiapaneco, que llegó de visita a la localidad y que arribó el mismo día que comenzaron los incendios, decidió contribuir con las labores de contención, uniéndose a los brigadistas voluntarios.

Detalló que su labor principal era apoyar a la brigada con alimentos y bebidas, para evitar que sufrieran algún contratiempo de salud, como deshidratación o intoxicación, así como atender a quien presentara heridas o quemaduras.

El pueblo, la mejor herramienta de lucha

La mayoría de los voluntarios son habitantes de Tepoztlán, pertenecientes a la brigada “Tejones”, agrupación que se ha dedicado a proteger las zonas naturales por más de 25 años.

Brigadistas con mayor edad, aguardaban a los más jóvenes debido a que su condición física les impedía realizar labores con mayor dificultad, por lo que estaban encargados de acercar insumos como bombas de agua de 20 litros, que eran una especie de mochilas con pistolas que rociaban el líquido en las áreas incendiadas.

Un grupo de cinco jóvenes se encargó de subir las bombas, que pesaban lo mismo que un garrafón, hasta donde se encontraba el fuego, ubicado al interior del Tepozteco, cerca de 15 minutos de trayecto, unos metros antes de la cima, lo cual era una misión difícil porque no existía un camino definido para subir.

El ascenso y la lucha contra las llamas

Atravesaron la maleza con los 20 litros a sus espaldas, situación que complicaba el ascenso, el trayecto era difícil, el terreno irregular, entre piedras y tierra acumulada, un paso en falso podía ocasionar la caída de algún voluntario, por lo que en cada movimiento que realizaban debían ser muy precavidos, de lo contrario su vida correría riesgo.

Las bombas llegaron al primer punto, donde encontraron a brigadistas trabajando entre humo y cenizas; con palas, picos y rastrillos acercaban tierra a las brasas con la intención de sofocar el fuego, que por momentos se veía controlado, aunque más arriba las llamas no cedían por lo que un segundo grupo luchaba para apagarlas, situación que volvía imprescindible que las bombas llegaran al lugar más alto.

Con estas herramientas lograron cumplir parte de su misión, un trabajo que realizaron durante casi nueve horas, descansando solo para hidratarse.

Cabe señalar que entre los voluntarios se encontraban extranjeros, quienes no estaban capacitados para realizar estas acciones, su labor, aunque bien intencionada, no era realizada de manera correcta, además de no tener el equipo adecuado, retrasaban al resto del grupo.

Cerca de las seis de la tarde, el fuego cedió, por lo que el equipo decidió que era adecuado retirarse, dejando atrás un paisaje destruido, una flora extinta y un suelo ardiente.

De regreso a casa

El descenso fue más complicado, la tierra se movía, las ramas se soltaban y las piedras rodaban, el peligro de una caída era inminente. Estos factores convertían esta valiente labor en algo heroico, mas de una persona cayó, pero su fuerza y su convicción los levantaba y motivaba a seguir su trayecto.

La tarea estaba finalizada, en las faldas del cerro, se encontraba el resto de voluntarios, con víveres y agua, que era más que bien recibida por los exhaustos trabajadores.

Un descanso merecido, el agua era tomada con fervor y entusiasmo, la comida fue consumida de manera veloz. Cada persona, cada hombre, cada mujer reposaba en el pasto, contando sus historias y contratiempos durante el trayecto.

Se percibía un ambiente tranquilo, parecía el comedor de una casa, la plática convertía al lugar en su hogar y al resto del equipo en su familia.  

Las consecuencias

Un paisaje destrozado, un ícono natural destruido, cientos de animales muertos y un ecosistema dañado, fueron las consecuencias de un incendio que ha durado una semana, un siniestro que demostró la capacidad de una comunidad para cuidar sus paisajes, su futuro y su pueblo.

Casi 350 hectáreas fueron destruidas, la fauna emigró de su antiguo ecosistema, las condiciones no permitían desarrollar su vida, las plantas eran inexistentes, solo quedaba carbón y nada más.

El incendio en el Tepozteco es una prueba de la resiliencia de este pueblo, de la grandeza de sus ciudadanos, pero sobre todo de su conexión con la naturaleza; que con el paso del tiempo volverá a crear su bello paisaje.

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JAL

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