La plaza Taxcoaque, en el cruce de calzada de Tlalpan y la avenida Fray Servando, retumba con el sonido de la ceremonia de mexicaneidad cada martes y viernes de 20 a 22 hrs, cuando diferentes colectivos de cultura mexica se reúnen para dar vida al Calpulli Huitzitzilin (Clan del Colibrí).
Retomando las expresiones culturales que han sobrevivido desde hace más de 500 años, legado por “los abuelos”, como se conoce a nuestros ancestros, el Calpulli cobra nueva vida con la percusión, la danza y el profundo simbolismo del círculo de energía que los miembros traen consigo cada semana.
Dispuestos alrededor del Tlalmanalli, marca física a partir de flores y plantas, símbolos de la tierra, alineado a los cuatro puntos cardinales, los cuatro elementos de agua, aire, fuego y tierra interactúan con los cuatro Tezcatlipocas o energías manifestadas en cada individuo que comparte cuatro facetas, como el universo. Huitzilopochtli, Tezcatlipoca, Xipetotec y Quetzalcóatl, cada uno representa una parte fundamental de la personalidad de cada individuo.
Como lo explica Claudia, portadora de la tierra para el Tlalmanalli, “los antepasados no creían en dioses, esa es una mala concepción. Hacían un estudio de todas las energías que sostienen la vida y la expresión la materializaban en las esculturas que vemos en los museos. El sacrificio era personal, terminar con todas tus flaquezas y hacer de ti la mejor obra”.
Sin duda, y a pesar de una multiplicidad de traumas históricos, ciertas energías perviven y trascienden en esta nuestro Mexihco – Tenochtitlan. Como lo explica desde otra perspectiva cultural el abogado y erudito, Pedro Enrique Franco Luna, “la Ciudad de México es una de tres ciudades sagradas, ya que fueron profetizadas: Jerusalén, Roma y Tenochtitlán”.
