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«Un actor malo»: entre lo permisivo y el crimen

por | Abr 5, 2024


Antes de fallecer, un 3 de febrero de 2011, Maria Schneider confesó en el 2007 que durante el rodaje de El último tango en París (1972) se sintió ultrajada y humillada por una escena con mantequilla, donde hay un acto sexual, pues ni Bernardo Bertolucci ni Marlon Brando, director y actor del filme respectivamente, le informaron sobre esta secuencia. Años después, El cineasta corroboró lo dicho por María, lamentando un poco el suceso. Con base en este precedente se presenta Un actor malo.

Un actor malo

La cinta se sitúa en el rodaje de una película, en la que los actores Sandra Navarro y Daniel Zavala llevan los créditos principales, la química y la camaradería surge entre ellos. Asimismo, las charlas con el staff sobre los mitos de los rodajes y otras anécdotas surgen en la convivencia. Las carreras de ambos van saliendo del anonimato, nuevos proyectos se asoman, pero el rodaje de una escena cumbre, pautada en un hotel de paso, crea una situación que pone en riesgo al filme, a los actores y se crea una bola de nieve, la cual no tiene vuelta atrás.

Jorge Cuchí, director del filme, al igual que lo hiciera con ’50 (o dos ballenas ya se encuentran en la playa)’ (2020) recurre de nueva cuenta a una situación límite, en esta ocasión la incertidumbre es lo que se explora en gran parte del metraje; en ella se aborda la visión femenina, así como la masculina para ahondar en la situación que se plantea, todo en medio de la ideología de una sociedad que se ha caracterizado por ser un poco machista y misógina, como se podrá ver en las reflexiones de los protagonistas y de sus respectivos abogados.

Un actor malo

Asimismo, se exploran temas relevantes como el uso de redes sociales y la posverdad, lo cual consiste en dar por cierta una información sin ser corroborada, lo que genera odio y caos en la sociedad, y México se ha caracterizado por ser un país inclemente con este tipo de situaciones, tal y como se ha visto en cintas como ‘María Candelaria’ (1943), ‘Canoa: memoria de un hecho vergonzoso’ (1976) o ‘Historias violentas’ (1985), donde un grupo de gente iracunda no mide las consecuencias de sus actos buscando una aparente justicia.

Fiona Palomo y Alfonso Dosal dan rostro a esta cinta, permeada por el abuso y la falta de consentimiento, él se impone como uno de los actores más versátiles de su generación y ella logra ir creciendo su personaje hasta conseguir la empatía, el desdoblamiento y los matices que requieren este tipo de personajes, tal y como lo hicieron su padre en Rojo amanecer (1989) o ‘Crónica de un desayuno’ (2000), Fiona se compromete con historias y personajes complejos saliendo airosa y demostrando que el arte, en toda la extensión de la palabra, corre por sus venas.

Un tema punzante y actual que sigue teniendo ecos, véase Tenoch Huerta o Kalimba, se presenta con una cinta cruda, incómoda de ver pero necesaria para analizar y reflexionar, es lo ofrecido en esta propuesta, la cual puede polarizar opiniones y en esto radica su riqueza.

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