Ha pasado una década desde Se levanta el viento (2013) y aunque se esperaba un nuevo trabajo de Hayao Miyazaki, quien lleva despidiéndose del cine como cuatro veces, la espera se prolongó más de lo debido por la pandemia, presupuesto y otras situaciones, pero ahora la nueva propuesta del japonés se hace tangible con El niño y la garza.
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La brutalidad del hombre, traducida en guerra, invade la apacibilidad de Mahito, un niño de 12 años, quien lucha por asentarse en una nueva ciudad tras la muerte de su madre en la guerra de Pacífico, en 1943. Sumergido en el dolor y en una fuga de la imaginación, como ocurriera en cintas como ‘Jojo Rabbit’ (2019), ‘Las crónicas de Narnia: el león, la bruja y el ropero’ (2005) o ‘El laberinto del fauno’ (2006), el protagonista recibe la visita de una extraña garza, quien le asegura que su madre aún vive, pero necesita buscarla en una torre, con entrada a otro mundo. Paralelo a ello, su madrastra, quien también es su tía, necesita de la ayuda del joven. Estas son las piezas de una propuesta que conjuga la poesía visual entre el mundo real y lo onírico.
Studio Ghibli, vuelve a conseguir belleza en las imágenes concebidas en 2D, pero ahora también en formato IMAX. Asimismo, las referencias a la obra previa de Miyazaki saltan en algunas escenas, puede haber momentos que evoquen a El viaje de Chihiro (2001), o El castillo vagabundo (2004), al aigual que algunos temas recurrentes como la complejidad moral, la relación del hombre con la naturaleza, la fantasía, la familia y sus complejidades.
En esta ocasión, y a través de los ojos de Mahito, se nos habla de una madurez forzada, de una viaje de introspección y duelo, así como de la responsabilidad de las acciones y la metáfora de acomodar tu vida, con sus respectivas piezas, de modo que más se amolde a tu moralidad, que tal vez se asocie esto más con el título en japonés, el cual indica ‘¿Cómo vives?’, el cual evoca a la novela de 1937 del mismo nombre, escrito por Genzaburo Yoshino, aunque el contenido del escrito no tiene que ver en su totalidad con la cinta, sólo sirvió como una especie de guía.
La garza, cuyo simbolismo es sinónimo de equilibrio y estabilidad están presentes en la cinta, aunque esta es bastante peculiar, también funciona como un significado espititual y como un recordatorio de adaptabilidad. Asimismo se ha encionado que esta es la obra más personal de Hayao Miyazaki, pues perdió a su madre en una forma similar, su padre tenía un empleo similar al que se presenta en el filme y la apariencia del protagonista se asemeja a como se veía el realizador en su infancia, entre otras situaciones.
Como se puede ver, el filme tiene mucha tele de donde cortar, así como escenas con imágenes poderosas que engloban belleza y abstracción, muchas veces posee alegorías de ‘La divina comedia’ de Dante Alighieri y presenta al fuego con una connotación de vida y muerte, pero ojo, a pesar de todo esto el desarrollo de la cinta es pausado, no es tan dinámico y llega a convertirse en un reto para el espectador.
