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Cabaret: Una propuesta más viva que nunca

por | Abr 26, 2024

A través del romance de Fraülein Schneider y Herrr Schultz la puesta nos invita a reflexionar en los estigmas y etiquetas sociales


Después de dieciocho años, el Teatro de los Insurgentes vuelve a albergar una puesta que a casi sesenta años de su creación se sigue sintiendo actual, parece que los temas como intolerancia, ambigüedad sexual y el miedo a mostrarse tal cual como uno es, sin miedo al qué dirán, sigue teniendo tela de donde cortar, una vez escrito esto, Willkommen, bienvenue, bienvenidos a ‘Cabaret’.

Desarrollada a inicios de 1930, donde se sitúan los últimos años del inestable periodo demorcático alemán, conocido como República de Weimar, así como la ascensión al poder del partido Nacional socialista, encabezado por Hitler; uno de los ápices de la puesta nos presenta cómo el nazismo se va infiltrando en la sociedad, inyectando la segregación, el miedo y el caos, y aunque se pensaría que los 11 millones de muertes que esto ocasionó no se ha repetido, de una u otra forma ahí sigue en la sociedad, en México se sigue viviendo el clasismo, machismo, racismo y homofobia que derivan por lo mismo el odio, la intolerancia y un sentimiento de aparente superioridad.

A través del romance de Fraülein Schneider y Herrr Schultz la puesta nos invita a reflexionar en los estigmas y etiquetas sociales que aún pesan para concretar una relación, Anahí Allué y Alberto Lomnitz encargados de dar vida a este par, inyectan ternura, frescura, fuerza y empatía. Asimismo, nos encontramos en la decadencia, pero también esplendor, entre las copas, la vida disipada y la liberación sexual que ofrece el Kit Kat club, lugar en el que hallamos a Sally Bowles, una mujer encantadora que ameniza las noches con sus cantos y sus bailes, Ilse Salas en la piel de ésta le da desenfado, ambiciones, anhelos y cierta frustración, la cual se puede apreciar al máximo en el número de ‘Cabaret’, sus recursos histriónicos son los que permiten el lucimiento aunque su voz no sea privilegiada como de la Liza Minnelli, la Sally del cine y la que muchos ubican, aquella que ganó un Óscar por este papel en 1973. Asimismo, aquel que viene darle un giro de 180 grados a la vida de Bowles es Cliff Bradsahw, un escritor que busca inspiración para su próxima novela, pero de algún modo también se está buscando a él, Sally le da más preguntas que respuestas y Nacho Tahhan da una réplica con aplomo, le crees sus diálogos, cargados de dudas, miedos e inseguridades, pero también de amor.

Cabaret
Cabaret

Toda esta historia tiene un vehículo, un eje emocional, de alguna forma es narrada por la maestra de ceremonia, encarnada por Irene Azuela, en un papel que se había hecho tradicionalmente por hombres, y la ocasión de quitar estigmas y etiquetas no podría ser mejor, Azuela se apodera del personaje con un papel ambigüo, juguetón, burlón, pero al final también resulta ser un sobreviviente.El papel es un regalo e Irene sabe hacerlo suyo.

A todo esto se suma un montaje de primer mundo, con una orquesta que acaricia los oídos, una emulación de Cabaret que te hace entrar en el mood de lo que estás a punto de atestiguar, acompañado de bailarines andróginos. Los bemoles de la obra es que en algunas ocasiones, por querer emular el acento alemán, hay frases o palabras que se pierden, la duración de 90 minutos del primer acto puede ser excesiva para algunas personas.

A resumidas cuentas el abordar la decadencia para dar un resquicio de esperanza para tiempos mejores, todo en medio de libertad, miedo y resilencia es lo ofrecido en esta puesta que sigue más viva que nunca, y en donde a final de cuentas la vida es un Cabaret, vengan al Cabaret. Las funciones son de jueves a domingo en el Teatro de los Insurgentes.

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