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El Capitalino
Brenno

Si el arte es subjetivo, ¿por qué hay que pedir permiso para hacerlo?

por | Mar 10, 2025

¿Cómo se gana el derecho de llamarse artista? ¿Cómo se obtiene el privilegio de pertenecer a ese espacio considerado elitista sin sentirse como un intruso? ¿Por qué parece necesario demostrarle a la comunidad artística lo que es en verdad arte, cuando al final el arte es subjetivo y atraviesa distintos procesos de curaduría? Al final, el producto no es el único que define al artista; su proceso creativo, trayectoria y contexto también son determinantes.

El síndrome del impostor es una experiencia recurrente en el mundo artístico. ¿Quién no se ha cuestionado si realmente merece estar dónde está? ¿Cuándo se puede hacer uso del privilegio de ser artista sin culpa? ¿Es incorrecto ejercerlo? Estas interrogantes resurgen en el discurso que publicó Mon Laferte, luego de recibir críticas por la extensión de su exposición «Autopoiética».

Abro contexto:

Mon Laferte, cantante, activista y artista visual chilena, inició una gira de exposiciones plásticas que inició su recorrido en su país natal (Chile). Su muestra fue extendida en Matucana 100 y el Parque Cultural de Valparaíso, lo que generó críticas de parte de otros artistas. Argumentaron que esta extensión afectaba el calendario de exposiciones y que Laferte se beneficiaba de su fama para acceder a espacios que, para muchos, son difíciles de alcanzar.

Cierro contexto.

Esta noticia podrá parecer antigua, pero la controversia refleja un problema vigente: el arte, aunque es un medio de expresión y sanación, también puede ser un espacio excluyente y hostil.

La discusión llevó a cuestionamientos personales: ¿cómo se legitima la presencia de un artista en un espacio de exhibición? Más allá de la figura de Laferte, el problema parece radicar en la precariedad del sistema cultural. Aunque las redes sociales han democratizado la difusión del arte, muchos espacios de exhibición siguen reservados para una élite que impone sus criterios y expectativas. Además, la falta de estructuración y desigualdad en la gestión cultural también influyen.

La volatilidad en la programación de los centros culturales sugiere que estas instituciones compitan por financiamiento y relevancia, en lugar de enfocarse en un desarrollo sostenido y equitativo del arte.

“Yo no quiero ocupar el espacio de nadie, pero tampoco voy a andar disculpándome por ocupar el mío”.

  – Mon Laferte, 2025

Laferte representa una figura que desafía las normas del elitismo artístico. Su música, su incursión en las artes plásticas y el ser una mujer que no tiene miedo de decir lo que piensa hacen que ella sea mi imperio romano. Y a su vez, refleja una realidad en el que el acceso al arte sigue siendo desigual. Sin embargo, como comenté, la discusión no debería centrarse en si ella merece o no un lugar en estos espacios, sino en las deficiencias del sistema que impiden una distribución justa de oportunidades.

Es crucial cuestionar si los centros culturales cuentan con los recursos suficientes para operar con una programación estable, sin depender de la inmediatez o la rentabilidad. Además, aunque la curaduría es necesaria (tomando en cuenta el propósito con el que se realice la actividad), se debe evitar que el arte se convierta en un círculo hermético que excluya a quienes no se ajustan a ciertos cánones preestablecidos. Como alguien que ha participado en diversos eventos, puedo afirmar que existen oportunidades para todos, siempre que se tomen en cuenta el contexto y el momento adecuado.

Me parece loco que, en una época en la que las artes reciben escaso reconocimiento y financiamiento (por lo menos a nivel latinoamericano), y en la que enfrentan amenazas de censura y desestructuración en algunos países, el debate se centre en si Mon Laferte merece un espacio en una pared.

Deberíamos preguntarnos, más bien, cómo garantizar que más artistas tengan acceso a estos espacios sin que su reconocimiento dependa exclusivamente de la fama o el privilegio, sino de la sensibilidad, el proceso y el contexto en el que se crea la obra. Algo similar a lo que ocurrió con Frida Kahlo, cuya sensibilidad y vivencias la llevaron a convertirse en una artista representativa, a pesar de que en su tiempo no se le reconocía del todo.

Se despide,
La Carrie Bradshaw del Arte

Redactado por: Fabiola Rosso

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