La buena noticia, si puede ser tal, es que no hay buenas noticias para nadie. La mala, que algunos la pasarán peor que otros; es el caso de México. En el documento Perspectivas de la economía mundial elaborado por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y firmado por Gina Gopinath, la primera subdirectora gerente del organismo, las expectativas de crecimiento del país han sido recortadas de 4.0% a 2.8%, es decir, 1.2% menos de lo previsto el mes de noviembre pasado por los analistas de la institución que dirige Kristalina Georgieva.
No se esperaba algo mejor. El aumento de contagios por causa de la variante ómicron del virus SARS-CoV-2, ha ralentizado la recuperación de la economía a nivel mundial, amén de otros factores relacionados, tales como la reimposición de restricciones a la movilidad en muchos países, la escasez de mano de obra, los trastornos en el suministro de insumos que están elevando la inflación en todo el planeta y que han incidido principalmente en el precio de los alimentos y la energía.
En el caso de México, la disminución de sus expectativas de crecimiento obedece a la reducción del poder adquisitivo de los consumidores por causa de la inflación, así como a que las exportaciones a Estados Unidos se han debilitado de manera significativa.
A nivel mundial, el FMI estima que el crecimiento de la economía será de 4.4%, es decir, 0.5% menos que el pronóstico anterior, que era de 4.9%, ello debido principalmente a una reducción en el desempeño de Estados Unidos y China. En el caso específico del primero, el factor principal es una menor probabilidad de aprobación del programa fiscal conocido como Build Back Better –el cual fue instrumentado por el presidente Joe Biden al inicio de su administración–, el repliegue anticipado de la política monetaria extraordinariamente acomodaticia y las persistentes perturbaciones en los suministros. En lo referente a China, lo sustancial es la contracción ininterrumpida del sector inmobiliario y el hecho de que la recuperación del consumo privado ha defraudado las expectativas.
Sin caer en el pesimismo el informe señala que “las proyecciones de base mundiales se inclinan a la baja”, ello en virtud a la probable aparición de nuevas variantes del virus de la COVID-19, las perturbaciones en las cadenas de suministros, la volatilidad en los precios de la energía y presiones diversas en torno a las políticas salariales a nivel mundial.
El FMI también advierte sobre la posibilidad de otros factores de riesgo, tales como las tensiones geopolíticas actuales entre la OTAN, Rusia, Estados Unidos y Ucrania, sin dejar de lado el cambio climático y la elevada probabilidad de que en medio de todo este contexto tengan lugar grandes catástrofes naturales. En ese sentido, la institución es tajante: “Sigue siendo imperativo invertir en políticas climáticas para alejar el riesgo de un cambio climático catastrófico”.
Lo dicho, no hay buenas noticias para nadie, aunque algunos la pasarán peor que otros. En cualquier caso, los efectos de la pandemia seguirán presentes en el mundo durante algún tiempo y será necesario estar preparados para enfrentarlos de la mejor manera posible.
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