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Sergio Koleff: Repensar a Joseph Beuys

por | May 12, 2021

En el aniversario 100 del nacimiento de Joseph Beuys, El Capitalino platicó con el Artista plástico, Investigador y Catedrático del Posgrado de Artes y Diseño de la UNAM, Sergio Koleff Osorio, quien nos ayuda a trazar la dimensión simbólica en la importancia de uno de los artistas más importantes del siglo XX.

Aunque Beuys fue el miembro más significativo del movimiento neodadá Fluxus, su tránsito creativo por la crítica a través de sus ideas de largo alcance, su activismo que floreció en una democratización del arte y una aportación importantísima en la expansión del pensamiento pedagógico (en 1974 funda junto con el Nobel alemán de Literatura Heinrich Böll la «Universidad Libre Internacional» que representa un parteaguas en la educación artística) lo han llevado a considerarlo uno de los artistas universales más importantes del siglo XX.

Su experiencia como piloto en la Segunda Guerra Mundial, mitificó una de las anécdotas del arte: Su avión se estrelló en Crimea, en dónde estuvo a punto de morir congelado y los habitantes tártaros lo ayudaron envolviéndolo en grasa animal y fieltro para mantenerlo caliente y a salvo. Razón por la que se cree, suele emplear estos elementos en su obra.

Pese a la injusta reducción a la que suelen citarse sus obras más emblemáticas como la performance de 1965 “Cómo explicar arte a una liebre muerta” en la que Beuys deambula por la galería con un traje de fieltro y la cara untada con miel y polvo de oro mientras sostiene entre los brazos a una liebre muerta, a la que acerca a los cuadros mientras le susurra a las orejas la explicación de las obras. Una acción aparentemente disparatada, pero con un peso que el mismo Beuys explicaría más tarde con la relación entre el secretismo y el lenguaje del arte “los animales, incluso los muertos tienen probablemente una mayor capacidad de intuición que la mayoría de los humanos, con su estúpida racionalidad”.

«Como explicar arte a una liebre muerta», Joseph Beuys 1965.

Koleff: Cuando hablamos de Joseph Beuys tenemos que detenernos en un antes de la pedagogía en las artes y después de su legado. La educación artística, la conciencia, la filosofía de la mente y de las acciones humanas después de su obra.

«Todo ser humano es un artista»

Joseph Beuys

Su frase quizás más citada y constantemente sin una reflexión a veces detenida -como tenemos que hacerlo ahora- es que todos los seres humanos pueden ser artistas. Siempre y cuando cambien la conciencia de otro. La otredad en donde la señala en ese neutro de tiempo, (hoy quizás más dividido en las políticas identitarias llámese raza, etnia, género, divisiones geopolíticas). Hay que notar hasta qué punto la trascendencia de esa frase nos lleva realmente a reflexionar y repensar ¿Qué es generar conciencia? Ser una conciencia. Es decir, la ontología y la fenomenología del quehacer artístico es puesta hacia la conducta por una parte y las acciones, por otra a sus resultados hacia ese otro y por supuesto las consecuencias. De ahí que sea de enorme interés volver a traer con otro marco interpretativo esta frase tan trillada que nos dejó. Pero la frase en sí, no es lo relevante, sino sus acciones y la comprensión realmente profunda del campo imaginario humano. Es decir, la manera en que imaginamos, nos establecemos en la realidad y el punto fundamental, cómo ésta, permite una dimensión simbólica en lo humano.

Aunque los ojos del arte internacional ya estaban puestos en Beuys, la profundidad simbólica y conceptual de su primera performance “Me gusta América y a América le gusto yo” (también conocida como “El Coyote”) de 1974, lo coloca en un plano superior. En la acción, Beuys se envuelve desde su arribo al aeropuerto en una tela de fieltro, se apoya con un bastón de pastoreo y es llevado por una ambulancia hasta la Galería, donde compartirá el espacio durante 3 días con un coyote salvaje. Los asistentes, detrás de una malla de metal, observaron la interacción entre ambos entes, mientras el humano platicaba con el coyote y acortaba la distancia ofreciéndole objetos, el animal mordía el fieltro o defecaba sobre un el diario Wall Street Journal que yacía en el suelo.  Al concluir la acción, Joseph abrazó al coyote y abandonó la galería, directo al aeropuerto sin pisar suelo neoyorkino.

“Me gusta América y a América le gusto yo” Joseph Beuys, 1974

Koleff: En sus acciones, Joseph Beuys nunca pretendió repetirse, moralizar, señalar, determinar, vamos ni siquiera estrictamente un tipo de bien o mal sino la naturaleza de las acciones. Sí un  coyote está en sus brazos es porque ganó su confianza y una peculiar forma de integrar (se) al mundo animal y que ésta no tocara un suelo y un espacio en donde se viera sólo una intención política (qué la tenía por supuesto, donde defecaba este coyote) pero no nos quedemos nada más en esta acción en donde nos enseña que toda verticalidad de pensamiento que sitúa al individuo muere en la horizontalidad de tocar a los otros. ¿Cómo es posible convivir? ¿Cómo es posible amar? ¿Cómo es posible volver a pensar desde un pizarrón, una tiza? (que lo hace también desde el dibujo) y también ¿Cómo afrontar con cierta simbolización de la violencia, una pelea con aquello que parece atacarnos?, pero que en realidad si nos protegemos no nos hace nada, es decir ponerse unos guantes y golpear un televisor porque es una caja idiota, sino él poniéndose también en la incertidumbre y en el absurdo de esas actitudes hacia los objetos.

2021 y nos queda un largo camino para desentrañar sus palabras. Hoy en todo el mundo los homenajes, los discursos, las galerías y nogalerías celebran el nacimiento de Joseph Beuys, pero también el despabilamiento de una consciencia crítica, espiritual e (in)material desde el arte. Maestro Sergio Koleff, ¿con qué pensamiento de Beuys nos quedamos?

Koleff: Si atraemos el pensamiento de Joseph Beuys es para adentrarnos a sus actos, a sus acciones y sobre todo en el arte como una forma de educar en un sentido amplio, es decir de formar, conformar, concatenar lo que llamamos consciencia. La consciencia es como un enorme papel -y lo haré simbolizando el pensamiento hacia el dibujo, hacia la primera marca como acción primigenia de la escritura o el signo- se desdobla, es extiende, y se vuelve a extender, lo doblamos, lo plegamos, lo arrugamos pero éste vuelve y puede añadirse y crecer y en ese punto atraer a otros a ese mismo espacio a tejer ahí, a dibujar, a escribir, a reflexionar las condiciones del otro en el tiempo compartido de los espacios, en donde la idea de mundo es esa consciencia compartida.

Sergio Koleff Osorio
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