Jon Fosse, es un místico que se adentra en los recovecos oscuros del alma humana con un lenguaje que es a la vez austero, puro y repetitivo. Su obra da voz al silencio y presencia a la soledad, creando un espacio donde la introspección y la contemplación se convierten en protagonistas. El traductor al francés de Fosse, Jean-Baptiste Coursaud, lo describe con precisión: «Desde el punto de vista lingüístico, el suyo no es un lenguaje difícil. Funciona con un léxico reducido a lo esencial e inmediato. Traducirlo es desaprender a traducir y renunciar al efecto. Tampoco es un sistema de pensamiento complicado. Hay que dejarse atrapar por su voz, es como un encantamiento, una plegaria».
Fosse mismo ha hablado sobre la influencia de su lengua materna, el neo-noruego, en su escritura: «Mi escritura está regida por mi lengua, el neo-noruego. Cualquier lengua, creo, es excelente para expresar temas singulares. La mía, de alguna manera, me fuerza a escribir como escribo». Esta afirmación recalca el vínculo intrínseco entre el idioma y el estilo literario, y cómo el neo-noruego, con su simplicidad y precisión, moldea la narrativa de Fosse de una manera única y profunda.
A continuación, comparto un poema de Jon Fosse que encapsula su esencia poética:
Solo sabemos
la canción, la canción del mar
se desliza por las escarpadas montañas
y más allá del cielo
en vuelo azul, como un resplandor
hacia donde estamos juntos
y donde nunca decimos nada
y solo sabemos
Este poema, breve pero cargado de significado, es un claro ejemplo de la capacidad de Fosse para crear imágenes vívidas y resonantes con un lenguaje mínimo. La «canción del mar» que «se desliza por las escarpadas montañas» y «más allá del cielo» evoca una sensación de vastedad y trascendencia. La naturaleza, con su majestuosa simplicidad, se convierte en un símbolo de la conexión profunda entre el ser humano y el cosmos.
La segunda estrofa, «en vuelo azul, como un resplandor / hacia donde estamos juntos / y donde nunca decimos nada», sugiere una unión silenciosa y mística, un estado de ser donde las palabras son innecesarias y la comprensión es completa. Es un lugar de paz y comunión, donde la presencia compartida basta para llenar el espacio.
La repetición de la frase «y solo sabemos» al final del poema refuerza la idea de un conocimiento intuitivo y profundo, algo que va más allá de la lógica y las palabras. Este saber es un entendimiento esencial, un reconocimiento de la verdad interna que todos compartimos en algún nivel.
Fosse utiliza un «léxico reducido a lo esencial e inmediato», como menciona Coursaud, para crear una atmósfera que es a la vez etérea y profundamente conectada con lo cotidiano. Su estilo, despojado de adornos innecesarios, permite que cada palabra resuene con una claridad casi musical, evocando una sensación de plegaria o meditación.
La obra de Jon Fosse, en su aparente simplicidad, nos invita a reflexionar sobre las grandes preguntas de la existencia: la naturaleza de la soledad, la esencia de la comunicación, y la búsqueda de un sentido más profundo en nuestras vidas. Su poesía nos recuerda que en el silencio y la simplicidad encontramos a menudo las verdades más profundas y universales. En un mundo saturado de ruido y distracción, la voz de Fosse es un recordatorio necesario de la belleza y la potencia de lo esencial.
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