En Rosario Castellanos, la poesía emerge como un elemento fundamental, no solo como expresión artística, sino también como un recurso retórico que teje una intrincada relación con la palabra. En esta danza lingüística, el humor y la fina ironía se erigen como características distintivas del lenguaje de Castellanos, delineando una narrativa que desentraña las capas de las situaciones serias y graves, así como desafía el pensamiento tradicional para revelarlo como ridículo y carente de fundamento, especialmente en lo que respecta a la posición de la mujer en la sociedad.
Con agudeza lúcida, la autora enfrenta las convenciones arraigadas, desarticulando el pensamiento dogmático y provocando la demolición de las estructuras tradicionales. La poesía de Castellanos, en su esencia, se convierte en un acto de rebeldía contra las prescripciones y prohibiciones impuestas a la mujer. Su pluma, llena de perspicacia, juzga, comenta y, con maestría, desmantela las normas sociales, revelando la falta de racionalidad en las expectativas que la sociedad impone.
La ironía se convierte en un poderoso aliado en esta travesía literaria, enfatizando y destacando la ausencia de raciocinio en las restricciones sociales que recaen sobre la mujer. Castellanos confronta al lector con la falta de fundamentos en ciertas costumbres y tradiciones, subrayando esta ausencia mediante el humor. A través de este enfoque, busca que se reconozca la carencia de justificación en las prescripciones y prohibiciones, impulsando así a que sean rechazadas.
Más que una mera herramienta literaria, el humor en la poesía de Rosario Castellanos se convierte en una exhortación explícita a incorporar esta cualidad en la reflexión femenina. Invita a desafiar no solo las expectativas impuestas, sino también a abordar las complejidades de la existencia desde una perspectiva que trascienda las limitaciones impuestas por la tradición.
Rosario Castellanos invoca una revolución silenciosa, una transformación de la conciencia a través del ingenio y la crítica aguda. Su palabra no solo ilumina las sombras de la opresión, sino que también enciende la chispa del cambio, guiando al lector hacia la liberación de las ataduras que la sociedad ha impuesto a la mujer.
