Álvaro Mutis, uno de los grandes nombres de la poesía hispanoamericana del siglo XX, se distingue por su singular forma de abordar las profundidades del alma humana a través de una poética que fusiona elementos del romanticismo, el simbolismo y el surrealismo. Mutis, miembro de una generación de poetas que surgió después de las vanguardias radicales de las décadas de 1920 y 1930, comparte escena con figuras destacadas como Enrique Molina, José Lezama Lima, Octavio Paz y Gonzalo Rojas. Aunque todos estos poetas han sido influidos por las corrientes surrealistas y simbolistas, Mutis aporta una voz única, caracterizada por su capacidad para entrelazar lo visible y lo invisible, lo real y lo trascendental.
Mutis, al igual que sus contemporáneos, encontró en el surrealismo una estética y una ética que resonaban con su propio anhelo de explorar la realidad desde un ángulo nuevo. No obstante, a diferencia de algunos de sus compañeros de generación, Mutis evitó la escritura automática, preferida por muchos surrealistas, en favor de una acumulación verbal meticulosa que busca desvelar un absoluto. Esta técnica le permite explorar la tensión entre los contrarios, así como cuestionar y criticar constantemente el lenguaje mismo.
La influencia del simbolismo en su obra es evidente. Al igual que Charles Baudelaire y Arthur Rimbaud, Mutis se siente atraído por los mundos marginales y decadentes, utilizando el simbolismo no solo como un recurso estético, sino como un medio para explorar correspondencias ocultas y realidades trascendentales. Autores como Saint-John Perse, Valéry Larbaud y Jules Laforgue también encuentran eco en su obra, en la que el lenguaje se convierte en una herramienta esencial para desvelar lo inefable.
El poema «Ciudad» de Álvaro Mutis es una muestra perfecta de cómo el poeta utiliza el simbolismo para revelar las profundidades de la experiencia humana. El poema comienza con un «llanto de mujer interminable, sosegado, casi tranquilo», una imagen que inmediatamente sitúa al lector en un espacio de melancolía y tristeza. Este llanto, que resuena en la noche, interrumpe el silencio con su dolor contenido, y el hablante se despierta al oírlo, inmerso en la atmósfera de desasosiego que envuelve la escena.
La construcción del poema es sencilla pero cargada de simbolismo. El «ruido de cerradura» y los «pies que vacilan» antes de que estalle el llanto sugieren una narrativa implícita, un trasfondo de tensión y angustia que se desborda en ese llanto nocturno. La ciudad, aunque no se describe en términos materiales, se presenta como un escenario de soledad y dolor, donde los sonidos adquieren una dimensión casi metafísica. Este llanto, en su aparente tranquilidad, encierra una tragedia interior, un reflejo de la desesperación silenciosa que habita en los rincones más oscuros del espíritu.
El poema «Ciudad» encapsula muchos de los temas recurrentes en la obra de Álvaro Mutis: la soledad, el sufrimiento, y la búsqueda de lo inefable. Al igual que en el resto de su poesía, Mutis emplea una imaginería simbólica y una acumulación verbal que permiten al lector asomarse a las profundidades del alma humana. Su poesía, anclada en las tradiciones simbolistas y surrealistas, trasciende lo meramente estético para convertirse en una meditación sobre la condición humana y el misterio que envuelve nuestra existencia.
A través de una visión única, Mutis transforma lo cotidiano en algo cargado de significado, invitándonos a escuchar los ecos de lo inefable en cada rincón de la ciudad y en cada palabra que pronuncia. Su obra, tan relevante hoy como en el siglo XX, continúa siendo una ventana a los recovecos más oscuros y luminosos de la experiencia humana.
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