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10 de mayo, entre lucha y celebración

por | May 10, 2021

Dedicar un día del calendario para celebrar la maternidad, es lucha y consecuencia de pura consciencia de género en la historia. Al margen del festejo abandonado al consumismo anual de flores, cenas y licuadoras, existe una conmemoración de esfuerzo que ha trazado el rumbo de movilizaciones sociales. No “la mujer detrás del hombre”, sino la mujer que ha extendido su interés genuino y personal de bienestar a su descendencia a través de la maternidad es lo que hoy ocupa.   

La idiosincrasia alrededor de la madre en el ámbito cultural y artístico, se manifiesta desde sus orígenes en las representaciones de Venus fértiles, Vírgenes madres, Diosas y Guerreras emancipadoras en tiempos donde la fuerza femenina creadora no ocasionaba tantas incomodidades. La madre más allá de la raíz etimológica de crear y compartir materia (la fertilidad como característica de preservación de la especie, representada en una de las piezas más bellas de la cultura azteca que representa a Tlazoltéotl en labor de parto) además de proveer sustento y seguridad, es transmisora directa de sabiduría y heredera ideológica que conforma nuevos individuos además de un río inagotable de inspiración de creadores.

Tlazolteotl, Diosa de la fertilidad

Símbolos culturales clásicos desde Pelagia, el personaje de la novela “La madre” de Máximo Gorki o la mujer sin identidad y al mismo tiempo universal de la obra homónima de Pearl Buck, filmografías de Pedro Almodóvar, Ramón Salazar y Garth Davis entre otros. La desgarradora obra de Käthe Kollwitz, Louise Bourgeois o Ana Casas, las composiciones musicales de «Songs My Mother Taught Me» de Antonín Dvořák, “A mother´s grief” de Edward Grieg, las populares canciones evocadoras de John Lennon, Freddie Mercury, Roger Waters o Frank Zappa hasta conceptos comerciales y contemporáneos como “El club de malasmadres” que intenta desmitificar la maternidad y romper el mito de “la madre perfecta”, hacen del concepto de maternidad, algo orgánico que se transforma y se individualiza en tanto la experiencia propia, pero hay características que permanecen y hoy como los otros 364 días merecen reconocerse.

La labor de Ann Maria Reeves Jarvis, una mujer estadounidense que desde 1832 organizó “clubs de trabajo del día de las madres”, como un espacio de dignificación en aspectos tan básicos como la salud y la educación. La robusta consciencia de Reeves, trascendería hasta un movimiento de desarme en contra de la Guerra de Secesión, donde sus palabras apelaban a la empatía del dolor que sentía tanto la madre del hijo que es entrenado para asesinar y la de la otra, la madre del hijo asesinado. Una lucha que continuaría su hija para instaurar después de un largo proceso la conmemoración del 10 de mayo como la fecha que rememora un cambio de consciencia desde 1914.

La maternidad, sustancia inflamable en la historia de la humanidad, detona ante la injusticia y la inseguridad de los críos, una conducta evolutiva heredada que contiene y da forma a las sociedades contemporáneas. En el universo simbólico del mexicano la figura materna es fundamental, la concibe como madre creadora y entraña pero también como el arcano mayor de fuerza. Son ellas las que han encendido los movimientos que desde 1935 en el sur del país, visibilizaron las condiciones de sus hijos explotados laboralmente y las propias para dejar las primeras piezas de una concepción desde la perspectiva de mujer. Esa misma desesperación que las mujeres chiapanecas al ver morir a sus hijos de mononucleosis infecciosa, empujó el movimiento zapatista a la luz en 1994, y el dolor de la ausencia de sus hijas asesinadas y desaparecidas, lo que construye verdaderas heroínas como Marisela Escobedo y organizaciones como Nuestra hijas de regreso a casa que sufren, luchan y dejan la piel en el campo de batalla en su búsqueda de justicia y que solo una madre podría comprender.

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