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PALABRAS RESCATADAS

Víctor Esquivel

Víctor Esquivel

Víctor Esquivel, Reportero en temas de cultura, con experiencia en ciencia y tecnología, así como coordinación de comunicación social, atención a prensa, relaciones públicas y campañas publicitarias.

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El abuelo de los músicos: Armando Zayas

Los músicos parecieran ser seres de otro planeta, con tanto conocimiento como sensibilidad que pueden generar un ambiente mágico, tenso o relajado ya sea con un instrumento o con la palabra simplemente, de tal forma que no escuchan como el resto de las personas y conversar con ellos es una satisfacción garantizada, máxime cuando son músicos de larga trayectoria.

Tal es el caso de Armando Zayas (1930-2016), quien este mes estaría de manteles largos por su cumpleaños. Un director de orquesta que estuvo activo de 1952 hasta su muerte, sin dejar de amar y expresar en cada charla la pasión y entrega que tenía por la música y por quienes se interesaban por ésta.

Tenía el don de dominar con la batuta, tanto en la sala de conciertos, como en la sala donde aquélla vez lo entreviste por última vez para un recital para celebrar los 62 años de trayectoria y que iba a celebrarse en el Centro Cultural Jaime Torres Bodet del Instituto Politécnico Nacional, de la Unidad Zacatenco.

Estaba tan conmovido que aprovechó la ocasión para decirme que, pese a que nunca antes lo había expresado, la verdad él se sentía como “una especie de pariente. Un abuelo o un tío que escucha y da consejos a los músicos”, de tal suerte que agregó con temor a ser juzgado como ególatra, que los músicos trabajaban a gusto con él y aseguró que se animaba a comentármelo porque así lo sentía: hacía sentir y él sentía con una familia, en cada concierto, con cada orquesta a la que dirigía.

“Uno tiene que interactuar con los músicos porque cada orquesta es diferente. Está compuesta de instrumentistas que no dejan de ser humanos y, como tal, algunas veces llegan de mal humor, tienen problemas personales o se sienten enfermos”, dijo.

Tenía ya 85 años cuando lo entrevisté esa vez, pero su jovialidad era la de alguien hasta 30 años menor, misma que inyectó a lo largo de su carrera como músico y director de orquesta de la Orquesta Sinfónica del Instituto Politécnico Nacional, de 1994 a 2003, siendo él uno de los promotores de su creación.

Pero también fue director de la Orquesta del Conservatorio Nacional de Música, de la Orquesta Sinfónica de Bellas Artes, de la Orquesta Sinfónica Nacional, de la Orquesta Filarmónica de la UNAM, de la Orquesta Típica de la Ciudad de México y de la Orquesta Juvenil del Centro Cultural Ollin Yoliztli.

Generaciones dirigidas por él fueron y vinieron, ¿cómo no se iba a sentir con la autoridad moral para aconsejar y acercarse a sus músicos como el consejero abuelo o tío? Y es que además aprendió de los mejores, pues entre sus maestros estuvieron José Pablo Moncayo, Carlos Jiménez Mabarak, Rodolfo Halffter, Ígor Márkevich y Sergiu Celibidache.

La música es capaz de generar atmósferas y transitar de momentos caóticos a la paz y armonía, tan sólo con notas musicales, quién no disfruta así de Los Pinos de Roma, por ejemplo, del italiano Ottorino Respighi y que era de las favoritas de Zayas, capaz de sensibilizar a quien escucha y llevarlo de la mano por los diferentes escenarios que se abren paso en la imaginación con tan sólo entregarse al momento.

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