Un puñado de inadaptados se congregan para formar un club sobre ruedas, la mayoría de ellos son machos Alfa, lomo plateado, barbas de leñador, pelo en pecho, espaldas de gladiador, brazos de albañil, sed de vikingo, sus andanzas con parte de lo contenido en ‘El club de los vándalos.
Ambientada en los años 60, hasta inicios de los 70, la cinta sigue el ascenso de un club de motociclistas del medio oeste, ‘Los vándalos’, el cual es liderado por Johnny, un padre de familia de buen corazón pero con terquedad por tener la razón. El club se solidifica, en el transcurso de una década, y de ser un lugar de reunión para forasteros locales se convertirse en una banda más oscuro, que amenaza el modo de vida único del grupo original.
La cinta evoca, sobre todo en la presentación de sus personajes a ‘Buenos muchachos’ (1991), en donde se conocen los pensamientos, aspiraciones y conductas de los personajes, uno de los más cruciales en Benny, quien se hace acompañar de Kathy, su esposa. Incluso, la que da voz a este grupo de forajidos es ella, quien cuenta las andanzas a un reportero con carrera de fotografía. Cabe mencionar que la cinta está inspirada en un libro fotográfico ‘The Bikeriders’ de Danny Lyon.
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El filme puede fungir como una radiografía del sentido de pertenencia, de las masculinidades tóxicas, pues hay varias acciones machistas y llenas de violencia.
Toda esta línea funciona gracias a sus protagonistas Tom Hardy y Austin Butler, quienes dan dimensiones a lo antes citado, la objetividad y la mirada de estas conductas recae en Jodie Comer, quien termina convirtiéndose en el alma de esta cinta.
Una ambientación más que decorosa, actuaciones solventes, guiños a la mítica cinta ‘Easy rider: Buscando mi destino’ y mucha testosterona es lo que se ofrece en esta cinta que da voz a la cultura de motociclistas. Elegante y visceral.
