Antes de la “era digital” el maltrato animal era más o menos desconocido, o fácilmente encubierto. Los medios tradicionales no tocaban el tema. Para la población citadina el maltrato animal era una excepción, si en algún momento se enteraban de ello. Sin embargo, hoy en día es inevitable cerrar los ojos. Las imágenes y noticias sobre maltrato animal no sólo las encontramos por doquier, sino que interactuamos con ellas: las bloqueamos, les hacemos zoom, expresamos “Me entristece”, las comentamos, o tal vez nos lleven a buscar desesperadamente una noticia “alegre” que desplace el sentimiento amargo sobre lo que acabamos de ver.
Hoy en día ya no podemos pretextar que no sabemos lo que pasa con los animales. Las condiciones de los animales empleados para la industria alimentaria, cosmética o textil son cada vez más expuestas. El sadismo o la saña que se descarga contra un animal doméstico, día tras días, ya no sólo se comparte entre los activistas animalistas, sino que los medios masivos se ven obligados a hablar de ello por la indignación que despierta.
Ya no podemos justificar con la ignorancia a nuestra pasividad o indiferencia. Esperar que alguien más haga algo por encarar este sistémico problema es el eslabón de una cadena infinita a la que sólo nosotros podremos poner fin. Si hay un espacio para actuar, es hoy.
Texto: Ernesto Castillo
Fotografía: Cynthia Mileva
