Cada 8 de marzo, el mundo se tiñe de morado en una jornada de lucha y reflexión. El Día Internacional de la Mujer no es una celebración, sino una conmemoración que busca visibilizar las luchas por la igualdad de género, los derechos fundamentales de las mujeres y la erradicación de la violencia de género.


En México y en diversas partes del mundo, miles de mujeres salen a las calles en marchas multitudinarias para exigir justicia por los feminicidios, el cese de la violencia de género y la garantía de sus derechos. En la Ciudad de México, las manifestantes se congregan desde las 11:00 horas en puntos estratégicos como el Ángel de la Independencia, la Ex Glorieta de Colón, el Monumento a la Revolución y el Palacio de Bellas Artes, avanzando hacia el Zócalo capitalino, epicentro del movimiento feminista en esta fecha.

El 8M tiene sus raíces en el movimiento obrero de finales del siglo XIX y principios del XX, cuando las mujeres comenzaron a exigir mejores condiciones laborales, el derecho al voto y la equidad en distintos ámbitos de la sociedad. La fecha se oficializó en 1977 cuando la Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó el 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer, reconociendo la lucha histórica por la igualdad de derechos.
Sin embargo, a décadas de distancia, la desigualdad persiste. En México, los feminicidios siguen siendo una crisis alarmante, la brecha salarial es una realidad y el acceso a oportunidades equitativas sigue siendo una demanda urgente. La marcha del 8M es un recordatorio de que la lucha por la igualdad no ha terminado y que el cambio requiere acción colectiva y compromiso social.
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Este día también es una oportunidad para reflexionar sobre los avances logrados y los retos que quedan por enfrentar. A medida que las voces resuenan en las calles, el mensaje es claro: la lucha por un mundo más justo e igualitario es una tarea de todas y todos. La historia se sigue escribiendo, y el 8M es, sin duda, un capítulo fundamental en esta transformación.