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Cómo aprendí a manejar…Los 60’s pierden su esencia rosa

por | Jul 12, 2024

El poder seguir en marcha, sopesando los baches del pasado, suena sencillo, sin embargo, no es tan simple como pareciera, aún más cuando hay acoso y abuso sexual de por medio, esta es la espina dorsal de ‘Cómo aprendí a manejar’.

El meollo del asunto se desarrolla en la década de los 60’s, época vislumbrada como rosa en la cultura pop, pero en la que también se experimentaba el abuso, esto es visto a través de Cosi y el Tío Peck, quien engatusa a su sobrina política escuchándola, poniéndole atención y dándole clases de manejo, en donde cada indicación, primera, segunda, reversa, etcétera, es una alegoría a cada fragmento de sus recuerdos, los cuales van segmentados, a veces en reversa, a veces hacia adelante y viceversa.

A través de Cosi, hallamos a una mujer de 38 años, quien cree que siempre tuvo el manejo de su vida, hasta descubrir que fue víctima de la manipulación y el abuso, ella descubre que ‘la pedofilia no tiene nada que ver con pedalear una bicicleta’.

De igual modo, su entorno se torna machista y la sexualidad es vista como tabú, sobre todo con los miembros más grandes de su familia. Toda esta carga densa tiene diálogos cómicos que ayudan como catarsis, además de números musicales que ayudan a contextualizar las situaciones y la época donde se desarrolla todo.

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Ganadora del premio Pulitzer en 1998, ‘Cómo aprendí a manejar’, llegó a México hace 25 años, teniendo a Rebecca Jones como protagonista, ahora la puesta adquiere nuevos aires y matices con Cassandra Ciangherotti, quien tiene todo un desdoblamiento en escena, a veces entra en la piel de una niña de 12 años, pasando por los 17 y llegando a los 38, sin un orden cronológico, es así como su voz, comportamiento y pensamientos con respecto a la vida van desfilando, consiguiendo empatía, reflexión y sobre todo consigue conmover a través del perdón a uno mismo.

Juan Carlos Remolina, en la piel del tío alcohólico, otorga grises a la naturaleza humana de estos depredadores.

Pablo Perroni, Mahalat Sánchez, Luz Olvera y Vaita Sosa (quienes alternan el papel), ayudan a dar voz y a contar esta historia con diferentes personajes y números musicales, como ya lo he mencionado, dando fluidez, agilidad, ritmo y cierta candidez al relato oscuro que se presenta.

Una obra que no pierde vigencia, que incluso se torna más vital que nunca, en medio de todos los movimientos que han surgido y mujeres que han alzado la voz, es lo que que se estará presentando hasta el 18 de agosto en el Foro Lucerna, dando funciones viernes, sábado y domingo. La reflexión, la compasión y la empatía tienen un cajón asegurado para estacionarte, la temporada es corta.

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