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Semana Política

por | Oct 21, 2022

“El presidente y el ejército. El secreto y el enigma”

1.- Las últimas semanas hemos presenciado como la SEDENA y su titular ocupan el ojo público. Al debate sobre la militarización de funciones gubernamentales, le siguió el escándalo por la sustracción de 6 terabytes de información de los servidores de la dependencia, el malestar entre legisladores federales al ser ninguneados por el general secretario Luis C. Sandoval a comparecer ante la Cámara de diputados.

También han comenzado a surgir dos narrativas que compiten entre sí, porque acaso, se cancelan entre sí. Veamos.

Por un lado, está la narrativa de que el presidente AMLO prefiere entregarle el poder a los militares antes que a la oposición. Se señala toda la obra pública, el aumento de presupuesto y responsabilidades administrativas, como el tráfico aéreo, entregado al cuerpo castrense.

Todo ello, dicen estos analistas, sería parte de una estrategia para que en caso de no ganar la elección presidencial, con la suficiente contundencia, derivado de un futuro fracaso al no poder someter el INE o una escisión mayor al interior de MORENA, los militares intervendrían para mantener su estatus actual.

Afirman que por ello, el presidente está activamente negociando con la oposición su “reforma electoral” e incorporó como “corcholata” presidencial al senador Ricardo Monreal. Es así que el ejército mexicano estaría atando su destino al de la sucesión presidencial de 2024.

En la acera de enfrente, la narrativa contraria afirma todo lo contrario. La militarización es en realidad el resultado de un “secuestro” que los militares mexicanos han realizado en contra del poder civil. Los convencidos de esta versión de la realidad señalan el libro de J. Jesús Lemus, escritor y periodista mexicano exiliado en Guatemala, “El fiscal imperial”. El texto es un intento de denuncia política del fiscal general Alejandro Gertz Manero, pero la parte relevante para el tema de la relación civil – militar es el capítulo 7 “Rescatando al general”.

La narración sobre los motivos de la DEA para ordenar la detención del ex secretario de la defensa Salvador Cienfuegos en el aeropuerto internacional de Los Angeles, California en octubre de 2020, ofrece la siguiente perla: “en el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador, los militares pudieron hacer que las Fuerzas Armadas transitaran de la rectoría de la seguridad pública del país a mantener presencia en diversos ámbitos de competencia civil” (J. Jesús Lemus. “El fiscal imperial”, Harper Collins, México, 2022).

Lemus sugiere que fueron los militares quienes presionaron al presidente López Obrador para ampliar su esfera de influencia. Es decir, los altos mandos militares “secuestraron”, aunque Lemus no utiliza nunca este término, la presidencia de la república. Según la narrativa sobre la sucesión presidencial, fueron los militares quienes exigieron hacerse cargo de la construcción de las sucursales del Banco del bienestar y los cuarteles de la Guardia Nacional, tomar la batuta en el combate al robo de combustibles, y una serie de programas sociales. Luego entonces AMLO es una “víctima” más de la perfidia castrense.

“Checa, pero no cuadra” gustan decir en las oficinas de gobierno cuando en la superficie las cosas tiene sentido pero bajo un examen más cercano saltan las inconsistencias.

Que los militares hayan “exigido” mayor protagonismo administrativo en este sexenio suena sospechosamente a una gran excusa ante los resultados obtenidos. El gobierno de la Cuarta Transformación enfrenta un desafío importante en términos de resultados de cara a 2024. A pesar del ruido mediático, la economía y los niveles de bienestar han descendido, quitando de la ecuación la pandemia y la guerra de Ucrania. Así, esa narrativa sobre “el secuestro” en los hechos serviría de “exoneración histórica” al obradorismo.

Si bien no es un secreto que entre la DEA y el ejército mexicano en específico siempre ha habido recelo en cuanto a la lucha contra el narcotráfico, lo cierto es que México mantiene muy cercanas relaciones con el ejército de Estados Unidos (Comando Norte, por ejemplo), lo que no sería posible si la corrupción existente fuera generalizada.

Otra parte sospechosa de la narrativa es que, siendo los garantes de la “defensa nacional” los militares hayan aceptado la política de “abrazos, no balazos”. Si algo mostró el culiacanazo de octubre de 2019 es que el mando civil se impone a la disciplina militar. El propio presidente de la república, lo dijo varias veces, fue él quién ordenó la liberación de Ovidio Guzmán, el narcotraficante detenido en ese operativo.

Una narrativa más reciente señala que en realidad el presidente busca “desaparecer” al ejército, como lo expresó poco después de su triunfo electoral en 2018. Sin embargo, ante lo ya expuesto líneas arriba, suena más a un intento por reconstruir los puentes y afinidades ideológicas que el reporte de la SEGOB, sobre la desaparición de los normalistas de Ayotzinapa, quemó con ciertos sectores de la izquierda radical. Para 2024 cuentan todos los votos.

¿Qué es lo que dejan entrever estas narrativas? Que tenemos un gobierno que está presionado por diversos intereses, intragubernamentales (SEDENA, FGR) y extragubernamentales (gobierno EUA, izquierdas mexicanas) y que desesperadamente busca un equilibrio que le garantice un triunfo electoral como en 2018. Soñar, no cuesta nada.

“El PRI, en el laberinto de la irrelevancia”

2.- El partido que mantuvo los destinos del país durante ocho décadas ya es sólo una sombra de aquel partido hegemónico que sirvió de palanca de poder de los presidentes de la república, de espacio de negociación a los intereses obreros, campesinos y clases medias, y objeto de críticas sistemáticas por parte de la oposición.

Ahora, el Revolucionario Institucional se hunde en el descrédito no por lo que hace sino por lo que ya no le es posible hacer. Ante el avasallamiento de MORENA, que ha sido puerto de destino de muchos cuadros y estructuras tricolores, lo que queda es un cascarón de nostalgia por el pasado y la esperanza de poder siquiera pensar el futuro del país.

El pasado martes 18/oct se llevó a cabo la segunda jornada de los “Diálogos por México”, organizada por el comité ejecutivo nacional del partido Revolucionario Institucional.

Se destaparon como prospectos presidenciales Beatriz Paredes Rangel, Claudia Ruiz Massieu, Alejandro Murat, Ildefonso Guajardo, Enrique de la Madrid y, previamente, Ulises Ruiz Ortiz. Eso sí, todos en fila detrás del dirigente nacional Alejandro Moreno.

Un partido político en el que cada orador se postula como aspirante a la candidatura presidencial lejos de generar empatía popular, e interés de los poderes fácticos, deja entrever una debilidad estructural que lo pone a la orilla de la extinción.

¿Cómo llegó a este punto el PRI? Sencillo, fue la falta de democracia interna lo que orilló a lo largo del tiempo a múltiples militantes unirse a las filas de la oposición. Un ejemplo conspicuo: Andrés Manuel López Obrador. Es mucho PRI para tan poca MORENA. ¿Lo duda? Julio Menchaca, gobernador de Hidalgo militó en el PRI hasta 2015, Manuel Bartlett Díaz director de la CFE, militó hasta 2000. En fin que resulta tedioso y ocioso enlistar aquellas figuras que han abandonado al tricolor.

Pero volviendo a la razón de este abandono histórico. La falta de democracia interna en el PRI empujó a aquellos talentos que no eran reconocidos o sistemáticamente pasados por alto por la élite partidista encontrar acomodo en el PRD y hasta el PAN (recordamos que Manuel J. Clouthier también fue militante alguna vez).

El problema de los partidos políticos mexicanos, y MORENA desafortunadamente no fue la excepción, se ven afectados por ese fenómeno que el politólogo alemán Robert Michels notó hace cien años: la ley de hierro de las oligarquías. Michels se fijó que a lo largo del tiempo, en los partidos políticos deja de observarse una circulación de dirigentes. Es decir, con el tiempo se creaba una “oligarquía” o casta dirigente quién, aliada con factores de poder interno, imponía candidatos y programas por encima de lo que la militancia de a pie hubiese deseado.

Así pasó con el PRI. La pasada sesión de “Diálogos por México” dejó entrever una oligarquía partidista sin militancia. Jefes sin seguidores que sueñan con alcanzar el poder que solo otorgan muchos millones de votantes con quienes a estas alturas no tiene ya nada en común. Pero ojo, MORENA transita ya hacia el establecimiento de su propia oligarquía y ahí están Mario Delgado y Citlalli Hernández con su manejo de la elección de consejeros nacionales.

“Las mujeres en la urna y en la boleta”

3.- El pasado 17/oct se cumplieron 69 años del reconocimiento del derecho voto de las mujeres en México. Podría causar cierta extrañeza en el lector saber que ya desde la década de los años 30 el partido oficial tenía un sector para las mujeres.

En efecto, el partido Nacional Revolucionario, abuelito del PRI, ya tenía su “sector femenino” en 1936. Las mujeres participaban en política de manera informal, ya que en esa época tenían derecho a votar, mucho menos a ser votadas a un cargo público. Pero ahí estaban.

Fue en 1953 que se otorgó el derecho con rango constitucional. Sin embargo fue hasta julio de1955 que lo pudieron ejercer para elegir diputados federales. Aunque la primera mexicana en ser votada a un cargo de elección popular se dio en 1954 cuando Aurora Jiménez de Palacios fue electa diputada local en el entonces Territorio Norte de Baja California. Curiosidades del sistema político mexicano.

Desde entonces las mujeres han ido conquistando espacios políticos y administrativos en los diferentes órdenes de gobierno. Si bien se exige una paridad absoluta en todos los poderes de la Unión, también lo es que persisten condiciones de violencia política por razones de género.

Es decir, el sistema político mexicano no ha podido evolucionar a la par de la integración de la mujer. ¿Por qué? A veces se pierde de vista que la cuestión de género a veces queda supeditada a las condiciones estructurales de la sociedad. Como dijo la politóloga francesa Chantal Mouffe “han surgido nuevas formas de dominación burocrática”, por lo que no obstante el número de mujeres, las instituciones en nuestro país siguen siendo poco receptivas a las necesidades de la mayoría y mantienen su carácter de simples correas de transmisión de decisiones elitistas. Ojalá las mujeres ayuden a modificar esa realidad.

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