Las mujeres, en el segundo tercio del sexenio del presidente López Obrador, tienen una presencia política como nunca antes en la historia del país; sin duda se la han ganado, pues quienes se incorporan a posiciones de primer nivel a partir del día siete son profesionales honorables, distinguidas por una carrera pública intachable. Podría especularse que estos nombramientos son una medida estratégica con vistas a despejar el camino para que en los comicios del año entrante el voto femenino supla la falta de rumbo del partido en el poder.
No es una exageración decirlo, debido al colapso de un sistema político al que urge sacudir desde sus cimientos, lo cual aún no ha podido hacer el nuevo régimen. La sociedad desconfía en absoluto de los partidos, los cuales han sido los operadores de la descomposición social, en cuanto que no han cumplido con su finalidad prioritaria de ser los canales para que las expectativas de la sociedad se reflejen en la toma de decisiones en favor del progreso y la inclusión social. Y por el camino que lleva Morena no se vislumbra un cambio en esa dirección.
Desde luego, sería una ingenuidad imperdonable que con una mayor presencia de mujeres destacadas se lograran las profundas transformaciones que urgen al país. Llevarlas a cabo no es una cuestión de género sino de voluntad política y de conciencia social de quienes estén al frente de las instituciones. El hecho concreto es que el presidente López Obrador tiene muy claro que las mujeres en la actualidad tienen un papel protagónico en el ámbito social, económico y cultural, el cual es preciso encauzar políticamente en beneficio del proyecto denominado Cuarta Transformación.
En los dos primeros años del sexenio quedó muy claro que el Mandatario no forzará las cosas, sino que se dejará llevar hasta donde lo permitan las circunstancias. Tanto se pasó demostrando que de ninguna manera él es un “peligro para México” que ahora se verá obligado a patentizar, con algunos hechos concretos consensuados con la cúpula empresarial, que tiene la obligación de buscar equilibrios que eviten un descalabro inminente, como sucedería en caso de perder la mayoría en la Cámara de Diputados y en puestos de elección popular el año venidero.
Es un hecho lamentable que actualmente, con mayoría en el Congreso, no se ha podido avanzar en el terreno de legislaciones contrarias a los intereses del sector privado, como las reformas a la Ley de pensiones y los cambios fundamentales a las atribuciones de la banca. Y para el 2021 la situación del país se verá aún más complicada por los efectos de la pandemia, la caída del PIB en alrededor del 9%, la cual será paliada por la caída del dólar en beneficio del peso y por el creciente aumento de las remesas. Pero aun así el panorama se vislumbra muy dramático.
Por eso el nombramiento de Tatiana Clouthier Carrillo, como secretaria de Economía, tiene una importancia mayor. Cuenta con una maestría en Administración Pública por la Universidad Autónoma de Nuevo León, sin embargo, su trayectoria la ubica principalmente en el trabajo político. El hecho destacable es que como coordinadora de la campaña del entonces candidato López Obrador en 2018, hizo un papel que mucho contribuyó al posicionamiento de éste a través de lo que él llamó “benditas redes sociales”.
Ahora se la coloca en la antesala de lo que venga en el futuro, futuro en el que la viabilidad de que una mujer llegue a la Presidencia de la República no es nada remota, teniendo en cuenta el imperativo de reordenar las instituciones del país con un sentido humanista, el cual la sociedad en su conjunto no parece dispuesta a confiar en los protagonistas masculinos de siempre. Ahora, la jefa de gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, tendrá, no una rival, sino una contendiente que le quitará presiones desgastantes, y Morena la posibilidad, en el 2021, de ofrecer otro rostro a los electores. Claro, sólo en el terreno de las percepciones, pues la realidad impone siempre su presencia incontrastable.
